domingo, 12 de junio de 2011

Hilo Conductor De Tijeras Y Arandelas

  A menudo me encuentro atrapado en situaciones que, provocadas o no por mi forma de actuar, terminan perjudicando a los entes parados a mi alrededor. Este tipo de reacciones son muy buscadas, sobre todo en aquellos lugares en los que no abunda el trigo. Con esto en mente, pasaré a contar una breve historia que resume esta muy particular forma de ver las cosas.
  Estaba yo una hermosa tarde de octubre leyendo sentado en mi sillón favorito, tibiamente arropado por dos perros muertos. Repentinamente, unos extraños crujidos me distrajeron. Decidí hechar un vistazo. Guardé los perros bajo el sillón y me dirigí a mi  habitación con la intención de descubrir el origen de tan extraños sonidos. Sólo por precaución, tomé una caja de aspirinas del botiquín del baño.
  Parado frente a la puerta de mi habitación, podía escuchar los crujidos con más claridad, confirmando así su lugar de origen. Empujado por el poder superior de algún cometa que sobrevolaba el lugar justo en ese momento o sólo por curiosidad tome el picaporte y lo giré. La puerta no se abrió. Lo había girado en el sentido equivocado. 
  Enfurecido por mi propia estupidez, pateé la puerta y ésta se abrió de par en par. En el medio de mi habitación, se encontraba de pie frente a mi un hombre vestido íntegramente de negro tallando una larga vara de madera con un viejo cuchillo carcomido por el óxido. Parecía no advertir mi presencia, cosa que  me inquietó bastante. Intenté llamar su atención de varias maneras ya sea hablándole o arrojándole lápices de colores y no hubo forma de distraerlo de su tarea. Volví rápidamente a mi sala de estar y tomé mi sillón, lo coloqué frente a la puerta de mi habitación y me senté a observar al insólito artesano. Simplemente estaba parado ahí, tallando su vara, moviéndose sólo lo necesario para realizar su labor.
  Al cabo de tres horas, comenzó a realizar unos curiosos movimientos con los brazos y luego dejó caer su vara y su cuchillo. Levantó la vista y me miró a los ojos. No había rastro de humanidad en su mirada, nunca había visto cosa semejante. Sus ojos estaban como muertos. Intenté averiguar el por qué de su visita, pero no obtuve respuesta alguna.
  Esta situación estaba crispando mis nervios, y lejos ya de parecerme graciosa, me decidió a intentar tomar su vara y su cuchillo. Apenas pude ponerme de pie antes de que este personaje se abalanzara sobre mí gritando como un loco y profiriendo obscenidades. Aterrorizado, salté hacia atrás olvidando que tres semanas atrás la existencia se había terminado justo ahí. Inmediatamente dejé el mundo por la puerta grande.
  Lo único que aún me molesta es la incertidumbre. El no haber podido encontrar una explicación. Honestamente, creo que no la hay, por lo menos no en esta galaxia. Quizás en otra, en otro mundo. O quizás no. Nunca lo sabremos. Nunca sabremos que oscura historia se escondía detrás de este hombre, su vara, su cuchillo y de los bomberos voluntarios.