viernes, 10 de junio de 2011

Ceniceros Rojos Para Alfajores Dorados

  Definitivamente hay elementos básicos para la subsistencia que tienen su propia vida útil asegurada de por vida. Entre ellos, se destacan los utensilios típicos que podemos encontrar en casas, escuelas y algún que otro bar que se precie de tal. Dichos artículos fueron creados en la cima del monte Sinaí, forjados en las brasas del fuego eterno. Con ellos, podemos enfrentarnos día a día con una sonrisa en la cara a las inclemencias del tiempo.
  Sólo unos pocos seres conocen las verdaderas historias de estos objetos. No vale la pena contarlas en este momento, podríamos llegar a confundir su verdadero origen con el de cosas tan diferentes como negras nubes de ceniza o grandes pompas de jabón.
  Ayer por la tarde, por citar sólo un ejemplo, me encontraba sentado en mi jardín contemplando el vuelo de las aves. Repentinamente, comencé a imaginarlas portando inmensas espadas sarracenas, patas de palo y parches en los ojos. Esto sólo podía significar una cosa: Piratas. Tan rápido como pude, salté de mi silla con la agilidad felina que me caracteriza y me dirigí corriendo hacia la cocina. Tomé mi carabina y volví al jardín a la velocidad de la luz. Una vez en el jardín, y envuelto en llamas, producto de correr a la velocidad de la luz, comencé un feroz ataque contra estos pájaros piratas. La batalla fue cruel y sanguinaria y se sostuvo por dos días con sus respectivas noches. Al finalizar, me encontraba a merced de estos temibles seres. En ese momento, diferentes pensamientos invadían mi mente.
  Para el que no lo sabe, los pájaros piratas son el producto de varias construcciones inconclusas de castillos medievales en el norte de Europa. Esta especie, se caracteriza por su ira incontenible y su desprecio por la vida humana al no contar con atención médica adecuada durante las épocas de apareamiento. También es probable que sean sólo un trozo de imaginación muy mal empleada.
  Recapitulando, sabía que mis oportunidades de escapar eran  mas que escasas. Pero pensaba aprovecharlas de cualquier forma. Me encontraba atado a una silla en el medio de una habitación ubicada  en lo más profundo de la fortaleza pajareril.
  Si bien estaba fuertemente custodiado por dos guardias armados hasta los dientes, había decidido que era la hora de jugarse el todo por el todo.
  Inventando movimientos imperceptibles para el ojo aviar, logré liberar mis manos sin que mis captores lo notaran. Una vez libre, tomé el alpiste que guardo siempre en mi bolsillo para utilizar en caso de emergencia y lo arrojé al suelo, justo en frente de ellos. Desesperados, se abalanzaron sobre las semillas y se trenzaron en un combate sin concesiones. Aproveché la distracción para huir hacia la libertad. Subí al 60 y recordé que había dejado mi monedero en casa. Nuevamente el alpiste fué la solución. El chofer voló detras de el cuando lo tiré por la ventana en dirección a la calle. Tomé el mando del coche y manejé largas horas hasta llegar a mi casa. Así fué como salvé mi vida.
  El alfajor es un invento argentino, los ceniceros... No se... ¿No fueron los chinos? Ah, ni idea entonces... ¿Cómo? ¿Que el alfajor es árabe? Uh,  que cagada...